EL NIÑO QUE VIVIO
-veo que ya están todos listos…
Al escuchar esa voz todo el gran salón silencio y buscaban
el origen de esta pero no encontraban a alguien.
-no se preocupen-decía una voz femenina más
calmada-nosotros somos los destino, yo soy presente
-yo pasado-dijo la primera voz
-y yo futuro-finalizo una voz mucho más grave.
-sabemos que en cada uno de los periodos de tiempo va a ver
guerra, muertes y mucho dolor, pero siempre habrá una luz que nos saque de ese
oscuridad-dijo presente.
-por eso con la intervención de los amos del universo,
decidimos recompensar a todo aquel que ha velado y equilibrado el bien y el mal
en este mundo.
-disculpe señores destino-llamo la atención Hermione-¿pero
jugar con la línea de tiempo no es peligro?
-claro que si señorita Granger-respondio pasado-pero como
bien hemos dicho los amos del universo están de acuerdo y está todo controlado.
-disculpa su señoria-interumpio Ron-pero ¿Quiénes son los
amos del universo?
-excelente pregunta señor Weasley-respondio Futuro, son
entidades que rigen el equilibrio de la humanidad, está el amo espacio.
-amo tiempo-siguió pasado-amo realidad
-amo mente-continuo presente-amo poder
-y el amo alma-finalizo futuro.
-por eso los hemos traído aquí-declaro presente-porque
ustedes se lo ganaron y algunos merecen una segunda oportunidad, así que sin
más los dejamos continuar con los libros recuerden que en ellos se encuentra la
clave para salvar a todos.
-adiós a todos, y que la fuerza este con ustedes-desearon
suerte y desaparecieron las voces.
El trio de oro se acercó a la caja previamente abierta y
sacaron el primer libro de la pila descubrieron que la tapa estaba en blanco al
igual que su interior, no sabían que hacer ahora pero recordaron lo que
hicieron para poder abrir la caja pusieron el libro en toda la mitad de la mesa
donde se encontraba lo apuntaron con la varita al mismo tiempo cerraron los
ojos concentrando toda su energía mágica y al abrirlos estos eran color dorado
y de sus varitas emanaban una nebulosa de este mismo color y hablaron fuerte y
claro.
-juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
Y el libro se ilumino y la portada de este brillo y en caligrafía
cursiva y estilizada apareció el título de este “Harry Potter y la piedra filosofal”
Una vez sentados el profesor Dumbledore agarro el libro en
sus manos y dijo:
“Harry
Potter y la piedra filosofal”-leyó en voz alta, y los
murmullos comenzaron a incrementar.
-hay merlín bendito-se quejó Ron-ahora si nos van a matar
-ni que lo digas-lo apoyo su cuñado que noto la mirada de
todos hacia él.
-¿Qué tienes que ver tu con la piedra de Flamel
querido?-pregunto su abuela Euphemia?
-ya se sabrá en el libro-respondió este y le dirigió la
mirada al profesor para que comenzara a leer.
Capitulo
n°1: El niño que vivió -leyó el anciano profesor.
El
señor y la señora Dursley,
-¿Quiénes serán eso?-pregunto James
-no se cariño pero ese apellido me parece conocido-declaro
la pelirroja mirando significativamente a su hermana, mientras esta recordaba a
el tipo gordo que trabajaba en la misma empresa que ella que le coqueteaba y
ella ni siquiera estaba interesada en él.
Que
vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy
normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar
relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales
tonterías.
-¿tonterías?-se preguntó Sirius.
-se refieren a los magos, pulgoso-le explico Marlene como
si aún idiota se tratara.
-ok, gracias McKinnon y no soy pulgoso yo si me
baño-declaro este, Remus que tenía al pequeño Teddy en sus piernas le hizo una
seña al profesor para que se apresurara a leer antes que estos empezaran una
guerra.
El
señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba
taladros.
-¿talabros?-pregunto el señor Weasley.
-Taladros señor weasley-contesto Hermione a su suegro-es
una máquina para hacer agujeros-le explicó ocasionado que este se emocionara.
Era un
hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso.
-pero que belleza-declaro la rubia Mckinnon con sarcasmo
ocasionando que los allegados rieran y Sirius no pudo evitar quedándosela
mirándola.
La
señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de
lo habitual,
-pero que hermosura de mujer-declaro el Víctor Granger
dramáticamente-sabes que Jean hasta aquí llegamos necesito esa mujer
conmigo-dijo dramáticamente ocasionando que los bromistas se riera y su novia
lo reprendiera.
-este muggle me cae genial-declaro Sirius chocando los
cinco con el nombrado.
Lo que
le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por
encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos.
-chismosa-dijeron todos
Los
Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño
mejor que él.
-si, como no-dijo Harry entre dientes y sintió una pequeña
mano que se puso en su boca y encontrar a su hijo mirándolo con curiosidad cosa
que hizo que este le besara la manito y lo abrazara.
Los
Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor
temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los
Potter.
-¿Qué tenemos que ver nosotros?-preguntaron incrédulo los
nombrados.
-ya lo sabrán-les respondió Harry.
La
señora Potter era hermana de la señora Dursley,
-hay tienen su respuesta-contesto Harry.
-¿entonces la señora Dursley es Petunia?-pregunto Lily
incrédula mirando a su hermana.
-no me mires así-contesto esta-ese tipo es un pesado no sé
cómo termine con el-declaro todavía asqueada con la idea cosa que no paso
desapercibida para Harry que notaba como su tía no le tenía aprecio para nada a
su futuro esposo.
Pero
no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no
tenía hermana,
-Petunia Evans, como puedes pensar eso de tu hermana-la
reprendió el señor Evans, mientras que Lily aguantaba las ganas de llorar
quería mucho a su hermana pero esta siempre la mantenía a distancia.
Porque
su hermana y su marido, un completo inútil,
-oye-se quejó el aludido-para tu información soy uno de los
mejores estudiantes de mi casa-informo con los brazos cruzados.
Eran
lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar.
Los
Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter
apareciesen por la acera.
-¿deberíamos hacerlo algún día, cielo?-le propuso James a
su pelirroja.
-yo también pienso eso cariño-contesto esta con un brillo
de travesura en sus ojos
Sabían
que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El
niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que
Dudley se juntara con un niño como aquél.
-Ha, ya quisieran que mi cervatillo se juntara con
ellos-declaro James I, con arrogancia.
-he papa, estoy aquí y como vez ya no soy pequeño-recordó
un Harry sonrojado por la forma de su papa en expresarle su amor.
-oye, no dañes el momento-se quejó este como un niño
chiquito.
Nuestra
historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes,
con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había
en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos
que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba
mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley
parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.
Ninguno
vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
-¿Qué estará pasando?-se preguntó la profesora Mc Gonagall
A las
ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la
mejilla
-¿Quién besa a su esposa en la mejilla?-preguntaron Arthur
y Ted
-un soquete-dijo Fred
-un fracasado-le siguió George.
-o un pelmazo-dijeron al mismo tiempo aligerando el
ambiente un poco.
Y
trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía
un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante»,
dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su
coche y se alejó del número 4.
-pero qué niño tan maleducado-dijo la señora Weasley
incrédula que alguien dejara que un niño se portara de esa manera.
-¿Qué sabrá de criar un niño?-siseo Petunia entre dientes,
cosa que Molly escucho y la encaro y le dio una sonrisa que a cualquiera que la
mirara le diera miedo.
-saber, querida pues si como veras tengo tres niños y más
tarde tendré cuatro más y te lo aseguro que ninguno me haría algo así-le
aseguro con la misma sonrisa.
-ya sé de donde Ron saco esa sonrisa-dijo Harry con un
pequeño escalofrió.
-oye, mira quien habla de mal carácter-contra ataco este.
-ya-los detuvo Hermione-ambos tienen mal carácter, cosa que
hizo soltaran carcajadas todos los viajeros.
-hay Hermy-dijo Ginny entre risa-si hablamos de mal
carácter tu estas igual que ese para-cosa que la hizo sonrojarse y su papa se
partiera de la risa.
-eres igualita a tu mama de amargada-declaro y se quejó de
un golpe-auch... Jean deja de pegarme-protesto como un niño pequeño.
-deja de comportarte como un niño entonces-le recrimino
esta.
-y ustedes también-apoyaron Molly y Lily hacia los
merodeadores y los gemelos Prewett.
Al
llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un
gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dursley
no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar
otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio
ningún plano.
-¿Minnie?-preguntaron los merodeadores.
¿En
qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor
Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el
señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato
por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo
que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni
los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus
pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos
de taladros que esperaba conseguir aquel día.
La mayoría pensaban acerca de la situación con el gato.
Pero
en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras
esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una
gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa. El señor
Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos
que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva.
-Ridícula -repitió incrédula Narcissa-realmente no sabe de
moda.
-en eso tienes razón primita-la apoyo Sirius-me imagino que
si él quisiera usar una de eso le quedaría como el forro de un paragua-dijo
bromeando.
-Sirius, no-lo corrigió Ron-será mejor una carpa-termino
risueño donde todos rieron.
Tamborileó
con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban
cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados.
-¿Qué estará pasando?-se preguntó curioso ojo loco.
-realmente debe ser muy grande para que los magos salgan
vestidos con túnicas-apoyo kingsley.
El
señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no
eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde
esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna
tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para
algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el
señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los
taladros.
El señor Dursley siempre se sentaba de
espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho
así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las
lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las
señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La
mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche.
Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin
lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y
volvió a gritar.
-es peor que mi ex jefe –opino Percy.
-no que lo digas muchacho-apoyo el señor Evans.
-y cree que con tratar a la gente así va conseguir buenos
negocios-acorto el señor Potter.
Estuvo
de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las
piernas
-y esa morsa sabe para qué sirven las piernas-pregunto
incrédulo James ocasionando de Harry, Ron
el pequeño James II, lanzaran una carcajada cosa que hizo que este se
sintiera feliz de hacer reír a los chicos.
Y
dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente.
-Falsa alarma-dijeron los bromistas.
Había
olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al
lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le
ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni
una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó
a oír unas pocas palabras de su conversación.
Todos los presentes se inclinaban hacia delante para
escuchar más claro.
—Los
Potter, eso es, eso es lo que he oído...
—Sí, su hijo, Harry...
-¿Qué pasa con nosotros?-pregunto Lily nerviosa.
Harry desde que mencionaron esas líneas se tensó antes que
pudiera hablar su esposa decidió hablar:
-más adelante se sabrá.
El
señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los
que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. 4 Se apresuró a
cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria
que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había
terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y
se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un
estúpido.
-y hasta ahora se da cuenta-dijeron irónicos Harry, Ron y
los gemelos Weasley.
Potter
no era un apellido tan especial.
-¡Claro que sí!-protestaron todos los allegados a estos.
Los señores Evans quedaron impresionados por la importancia
que tenía la familia paterna de su futuro nieto y lo respectado que eran en su
mundo.
Estaba
seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un
hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su
sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O
Harold.
Los cuñados del nombrado no pudieron resistir y se lanzaron
a reír.
-te imaginas Harvey Potter-bromeo Fred.
-o Harold Potter-le siguió George.
-parecen nombre de lechuzas-bromearon los gemelos Prewett.
-a mí me gusta mucho Harry-dijo Lily.
-es una variante de mi nombre-comento Henry.
-eso es cierto Abu. Bisa-pregunto Harry pero fue
interrumpido.
-dime papa Henry, más fácil-lo corto el anciano-créeme que
esto para mi es raro, de tener nieto a bisnieto hasta un pequeño tataranieto
-concluyo acariciando la barbilla del pequeño
-ok, papa Henry-contesto Harry verdaderamente contento de
tener más de un Potter con él.
No
tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante
cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera
tenido una hermana así...! Pero de todos modos, aquella gente de la capa...
-si hubiera tenido una HERMANA COMO ESA-hablo Sirius
resaltando las ultima palabras-fuera la persona más feliz-finalizo mirando
directamente a petunia que evadía esta y luego le dedico una sonrisa a la
pelirroja de ojos verdes que se levantó y lo abrazo.
-tú también eres mi hermano Black-le dijo la pelirroja
besándole la mejilla amistosamente y es que llegar a conocer a Sirius Black fue
lo mejor que le paso en la vida a la pelirroja, desde la mesa de las serpientes
un muchacho de rostro severo estaba hirviendo de celos por el momento entre su
pelirroja y el idiota de Black, ¿porque
lo perdona a él y no a mí?-pensaba el joven.
Aquella
tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las
cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con
un hombre que estaba en la puerta.
—Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se
tambaleaba y casi caía al suelo.
-No lo puedo creer-gritaron el trio de oro, incrédulos.
-¿Qué paso?-le pregunto Marlene.
-que el idiota sabe modales-contesto Hermione riéndose.
-¡Hermione Jean Granger!-la reprendió su mama mientras que
esta seguía partiéndose de la risa.
-hay mami-se disculpó esta con una sonrisa traviesa,
mientras su papa la felicitaba a espaldas de su mama.
-valla pequeño Ronnie elegiste bien-lo felicito su tío
Gideon.
-excelente futura señora Weasley-concordo su tío Fabián;
ocasionando que la castaña se sonrojada y el pelirrojo no parar de sonreír
enamorado.
Segundos
después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa
violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se
iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que
llamaba la atención de los que pasaban:
— ¡No se disculpe, mi querido señor, porque
hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe
finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este
feliz día!
-Desapareció-grito
de júbilo Sirius y todo el gran salo estalló en aplausos y vitoreo.
-¿Cómo habrá sido que desapareció?-se preguntó Moddy.
Desconocido.
Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera.
Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su
casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había
deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). Cuando entró en el camino
del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato
atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado
en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas
líneas idénticas alrededor de los ojos.
-si es McGonagall-confirmaron los merodeadores.
—
¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.
El
gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa. El señor Dursley se preguntó
si aquélla era una conducta normal en un gato.
-ha, conocemos esa mirada-afirmaron Harry, Ron, James y
Sirius.
-no me quiero ni imaginar-negó la profesora reasignada.
-sabes que te queremos minie-dijeron los cuatro ocasionando
que la profesora no pudiera dar una pequeña sonrisa.
Trató
de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su
esposa.
La
señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó
de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que
Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»).
-petunia, como puedes estar orgullosa de que tu hijo haga
eso-reprendió la señora Evans.
-mama, te lo juro como no sé qué está pasando-se justificó
la rubia.
El
señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a
Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche. 5 —Y por
último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las
lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las
lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz
del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en
todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de
explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño.
—El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo
con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas
esta noche, Jim?
-Realmente el mundo mágico se volvió loco-afirmo la
profesora de transformaciones.
-Y eso es poco-acoto Ron.
—Bueno,
Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido
hoy una actitud extraña.
Cuando se leyó esta parte todos los presentes voltearon
hacia el señor Tonks quien los vio un poco apenado.
-papa, ¿no serás tú?-le pregunto su hija de 15 años.
-realmente no se Dora, desde pequeño siempre quise ser
presentador de noticias-respondió este con sinceridad.
-pues yo sí creo que sea usted señor Tonks-lo motivo
Hermione.
Telespectadores
de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para
decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de
estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la
Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles
una noche lluviosa.
El
señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran
Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo
sobre los Potter...
Lily y James I, donde se encontraban comenzaron a sentirse
nervioso no sabían porque pero tenían un terrible presentimiento de algo malo
iba a suceder.
La
señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien.
Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo.
-Caga-dijo Ron a Harry asiendo que se rieran.
-Ronald Weasley, modera tu vocabulario-lo reprendió su mama
que había alcanzado a escuchar.
-si mami-dijo este como un niño regañado-me perdonas mamí
si-le pidió con una sonrisa tierna haciendo que Molly bufara resignada y
también le dedicara una sonrisa.
-¿porque eso nunca funciona conmigo?-protesto Fred como un
niño pequeño.
-y a mí-apoyaron sus demás hermanos varones.
-porque no son los favoritos-contestaron Ron y Ginny al
mismo tiempo.
-no es justo-se quejó George.
-ya guarden silencio y continuemos la lectura-corto
Hermione la discusión.
—Eh...
Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana?
Como
había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo,
normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
-no puedo creerlo que más de siete años aun siguas
comportándote así conmigo-dijo Lily mirando a su hermana triste-y sabes que es
lo peor-hizo una pausa para aguantar las gana de llorar-lo peor es que a pesar
de todo te sigo queriendo como lo que eres mi hermana.
Cuando la pelirroja dijo esas últimas palabras Petunia
sintió algo extraño en su pecho, una opresión que no sabía cómo describir pero
que la hacía sentirse mal con sí misma.
—No
—respondió en tono cortante—. ¿Por qué?
—Hay
cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas...
estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto
raro...
— ¿Y
qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley
—Bueno,
pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.
-¿su grupo?-pregunto Sirius indignado.
-ya sabe señor Black, la estupidez a veces es incluida en
el parto-contesto Luna inocentemente haciendo que este sonriera.
La
señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se
preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no
se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:
—El
hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?
—Eso
creo —respondió la señora Dursley con rigidez.
— ¿Y
cómo se llamaba? Howard, ¿no?
El joven Potter resoplo mientras los demás se reían de sus
gestos.
-ahora soy Howard Potter-dijo con sarcasmo.
-owa Pott-balbuceaba el pequeño James.
-Hasta mi propio hijo le parece chistoso-replico como niño
pequeño cosa que a Lily le encanto y le acaricio el cabello con ternura.
—Harry.
Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.
-oye-se quejaron padre e hijo.
-es un nombre muy lindo-protestaron Lily y James.
—Oh,
sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí,
estoy de acuerdo.
No
dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley
estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la
ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba
allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo.
¿Se
estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los
Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos...
bueno, creía que no podría soportarlo.
Los
Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente,
pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por
su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que,
aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que
se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y
Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia
podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta)...
No, no podría afectarlos a ellos...
¡Qué
equivocado estaba!
El
señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en
la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como
una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive.
Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al
lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato
no se movió hasta la medianoche.
Un
hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo
tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la
tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron.
La profesora McGonagall se preguntaba que hacia ahí.
En
Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy
anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría
sujetarlos con el cinturón.
Instintivamente todos los ojos se dirigieron al anciano
director.
Llevaba
una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto
y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de
unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida,
como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era
Albus Dumbledore.
-¿qué hace usted en un lugar tan ordinario como ese
profesor?-pregunto james I
-realmente no sabría que decirle Joven Potter-respondio con
sinceridad.
Albus
Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde
todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy
ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que
lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con
fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció
divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:
—Debería
haberlo sabido.
Encontró
en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata.
Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la
calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente
lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las
únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los
ojos del gato que lo observaba.
-¡que genial!-exclamo la peli rosa adolescente-¿Dónde lo
consiguió profesor?-pregunto interesada.
-me temo mi querida señorita Tonks, que ese dispositivo lo
hice yo mismo.
-ah-dijo decepcionada.
-yo lo tengo-llamo la atención de todos Ron sacando el
encendedor dejando a todos estupefactos.
-¿Por qué lo tienes Ronald?-pregunto la señora Weasley
seria ya antes que este contestara Hermione contesto.
-de donde vinimos el profesor se lo dio al igual que a
Harry y a mí nos dio otras cosas-declaro dejando satisfecha a la pelirroja.
Si
alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora
Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver
lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de
su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca
del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.
—Me
alegro de verla aquí, profesora McGonagall.
-Minnie-dijeron los merodeadores y el trio de oro con una
sonrisa inocente.
La vieja profesora de transformaciones reasignada suspiro y
negó con la cabeza con una pequeña sonrisa.
Se
volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la
sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada,
que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer
también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido
en un moño. Parecía claramente disgustada.
—
¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.
-años conociéndote mi querida Minerva-contesto el profesor.
-ahh... que bello-suspiro dramáticamente Sirius-años juntos
y nada de nada-pregunto curioso.
-Sirius-lo reprendió la señora Potter, Lily y Hermione.
-compórtate quieres-dijo la castaña tapándole los oídos al
pequeño Teddy que quería oír.
-tía Hermy déjame oír-le pidió el peli azul.
-no hasta que tengas treinta-aseguro Tonks-y tu Black
controla lo que dices que hay niños presente.
—Mi
querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.
—Usted
también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de
ladrillo —respondió la profesora McGonagall
Las risas no se hicieron esperar ante ese comentario,
mientras las profesoras McGonagall lo veían un poco ofendidas.
—Usted también
estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo
—respondió la profesora McGonagall.
— ¿Todo el día?
¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de
celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.
La profesora
McGonagall resopló enfadada.
-Y no era para menos-
aseguro la mujer, aun después de años le parecía reprobable las acciones de los
magos ese día.
—Oh, sí, todos
estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un
poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que
algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la
ventana—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son
totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces
cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido
común.
—No puede
reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que
celebrar durante once años...
—Ya lo sé
—respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para
perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las
calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles,
intercambia rumores...
-Bueno creo que aquí
empieza lo interesante- comento Ted Tonks.
-Si querido, y dudo
que seas el único que lo quiere saber, así que por favor deja que sigan
leyendo- comento su esposa con un poco de enojo.
—Sería extraordinario
que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los
muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no,
Dumbledore?
—Es lo que
parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un
caramelo de limón?
-¿Un qué?-
preguntaron varios de los presentes.
— ¿Un qué?
—Un caramelo de
limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.
—No, muchas
gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara
que aquél no era un momento apropiado para caramelos—. Como le decía, aunque
Quien-usted-sabe se haya ido...
—Mi querida
profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo
por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once
años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre,
Voldemort. —La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero
Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse
cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe».
Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.
-Será difícil que lo
consiga- hablo Frank- la profesora es muy poderosa, pero siempre tiene sus
reservas cuando se trata de Voldemort.
-Pero es cierto, ese
es solo un siempre nombre, es estúpido temerle a eso- aseguro Lily segura de sí
ganándose un beso se su azabache.
-oye no quiero nacer antes que los gemelos-protesto Harry
haciendo cara de asco ocasionando que sus padres se sonrojaran.
—Sé que usted no
tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la
admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que
Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.
—Me está
halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca
tuve.
—Sólo porque
usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.
—Menos mal que
está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que
le gustaban mis nuevas orejeras.
-mucha información-dijeron los gemelos Weasley.
-Jajaja, sería
divertido ver al loco de nuestro director sonrojado- comento el animago sin
pensar.
-Sirius- le reclamo
Lily señalando con la cabeza al anciano con la cabeza.
-Hay, lo siento
profesor Dumbledore.
-Oh no hay problema
señor- le aseguro- estaba distraído y no logre oír nada de su loco director-
Todos rieron ante su comentario, incluso Sirius sonrió a pesar de que estaba un
poco avergonzado por lo que había dicho.
—Las lechuzas no
son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos
dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?
Parecía que la
profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por
discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría
pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal
intensidad como lo hacía en aquel momento.
De hecho todos los
presentes estaban esperando que llegara esa parte, por lo que prestaron la
mayor atención posible.
Era evidente
que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que
Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo
otro caramelo y no le respondió.
-¿porque siempre esta tan relajado Profesor?-pregunto
Ginny.
-simplemente no me desespero mucho señorita
Weasley-contesto este.
—Lo que están diciendo
—insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba
a buscar a los Potter
La pareja ya espera lo peor, y Harry ni se diga comenzaron a temblarle
las manos y su esposa e hijo se dieron cuenta la pelirroja le agarro la mano
dándole un apretón de confianza y el pequeño James lo abrazo recostando su
cabecita en el cuello de su papa dándole un pequeño beso.
El rumor es que Lily y James Potter están...
están... bueno, que están muertos.
el silencio era sepultaste en el
gran salón, nadie se atrevía a romper pero de repente se escucho fue cortado.
-¡¡NO!!- es escucho un grito desgarrador, la mayoría de los presentes
conocían de alguna forma a la pareja, y por el poco o el mucho cariño que les
tenían, la noticia fue más que perturbadora.
-mi niño/a –dijeron la mamas de los implicados dejando caer las lágrimas
de angustia.
-¡No, no, no, eso no puede ser posible!- decía Sirius mientras se paraba
y caminaba por el lugar.
-Sirius cálmate- dijo Lupin poniéndose de pie también, aunque sentía la
misma frustración que su amigo.
-¿Cómo quieres que me calme?, esto es una porquería, y no importa que se
una grosería profesora- afirmo antes que le dijera algo, pero no lo haría, no
podía evitar recordar el dolor y la angustia que sintió aquel día- ¡ellos,
ellos no pueden estar muertos, no pueden…!- unas lágrimas traicioneras
comenzaron a escapar de sus ojos, ellos y Remus eran, son y serian su mejor
familia, no podía aceptarlo.
-Sirius esto no es una mentira- le aseguro corriendo el riego de ser
golpeado- quienes enviaron esto no habrían puesto algo así si fuera mentira, a
todas luces esta es una de la cosas que debemos cambiar, entiendes- esas
últimas palabras parecen que los tranquilizaron.
Cuando voltearon la esta notaron como sus amigos se encontraban
peor que ellos, Lily sollozaba sin control sobre el pecho de James que hacia un
intento por consolarla, pero el mismo estaba derramando lagrimas repitiendo
“perdón”, “era mi deber protegerte y falle”, todos sentían como el corazón se
le rompía al ver la escena, pero entonces a la pelirroja le llego un
pensamiento.
-¡Harry!- dijo apresurada apartándose de James- y Harry, que paso con…
con nuestro bebe.
-estoy bien mamí mírame dijo el azabache mirándola e los ojos mientras
este le daba su hijo a su esposa que lloraba en silencio y besaba a su bebe,
Lily se abalanzó sobre él y lo apretaba a ella misma llenándolo de besos
pidiéndole perdón, al rato James se les unió y abrazo a los mas grande amores
de su vida.
Después del momento conmovedor el director decido terminar la lectura.
Dumbledore
inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.
—Lily y James...
no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...
Dumbledore se
acercó y le dio una palmada en la espalda.
—Lo sé... lo sé...
—dijo con tristeza.
La voz de la
profesora McGonagall temblaba cuando continuó.
—Eso no es todo.
Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.
Una renovada angustia y desesperación los abordo
Pero no pudo. No
pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo
matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se
ha ido.
Dumbledore
asintió con el cabeza, apesadumbrado.
Todos los presentes miraron al joven que abrazaba a su joven madre cariñosamente.
— ¿Es... es
verdad? —Tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de
toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas
las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del
cielo?
—Sólo podemos
hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos.
-¿En verdad no lo sabe profesor?- indago Remus viendo al director.
-En su momento no se señor Lupin- le respondió- a lo largo de los libros
se resolverán muchas incógnitas y se revelaran muchos secretos, lo mejor es que
sigamos leyendo.
—Hagrid se
retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no?
El hombretón reacciona con la mención de su nombre.
—Sí —dijo la
profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué,
entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.
—He venido a
entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.
-¡No!- la angustia se volvió a
apoderar de la mujer- ¡no puede decirlo en serio, ya vio cono son, ellos
maltratan a Harry como no tiene idea, no lo puede dejar ahí!
-oye-la ludida se ofendió-no soy
una desalmada.
-pues hasta ahora has demostrado
lo contrario-replico la pelirroja.
-como te atreves monstruo-se
levantó esta ya aburrida encarando a su hermana.
-dilo de nuevo-la reto la
muchacha también poniéndose de pie.
Lily, Petunia-alzo la voz el
señor Evans-me hacen el favor dejen de pelearse y ofenderse si no quieren que
les haga pasar pena al frente de todos con unas buenas nalgadas.
-Papa-protestaron las dos.
-Papa nada, estoy harto de esta
estúpida disputa desde hace siete años, cuando terminemos esta lectura
tendremos una larga charla, así que se
sientan y se calla-ordeno el pelinegro ya cansado-por favor profesor prosiga-le
pido al anciano que asedio.
— ¿Quiere
decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —Gritó la profesora,
poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede.
Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta
de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras
subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede
vivir ahí!
James y Lily sintieron un renovado aprecio por su profesora, aun en ese
preciso momento que ni siquiera conocía al niño, se preocupaba y cuidaba de él.
—Es el mejor
lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo
cuando sea mayor. Les escribí una carta.
-¡Y un cuerno!- reclamo el animago- y cree que una simple carta sirva de
algo.
— ¿Una carta?
—repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad
cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a
Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy
fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros
sobre Harry... todos los niños del mundo conocerán su nombre.
Los merodeadores (los tres) esbozaron una sonrisa engreída por lo que
dijo, no conocían a Harry en lo absoluto, pero ya lo sentía parte de su muy
extraña y particular familia.
—Exactamente
—dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería
suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar!
¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de que será mucho
mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo?
-Aunque no quiera admitirlo, en eso tiene puede que tenga razón- acepto
con tristeza Lily.
—Sí... sí, tiene
razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De
pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido
a Harry.
—Hagrid lo
traerá.
— ¿Le parece...
sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como
-A Hagrid le confiaría mi
vida-exclamaron los merodeadores y el trio de oro alegremente.
—A Hagrid, le
confiaría mi vida—dijo Dumbledore.
-Muchas gracias profesor- le dijo con una sonrisa.
-Lo digo con sinceridad viejo amigo- reafirmo el anciano
—No estoy
diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la
profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre
de... ¿Qué ha sido eso?
Un ruido sordo
rompió el silencio que los rodeaba. Aumentó hasta ser un rugido mientras los
dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó
en el camino, frente a ellos.
—Hagrid —dijo
aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?
—Me la han
prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del
vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído,
señor.
-¡¡Si!!- grito alegre el ojo gris- a pesar de las críticas, reclamos y
amenazas de Lily conseguí mi querida moto- todos negaron con la cabeza por su
actitud- y además la encante para poder volar en ella, eso impresionara a más
de una…
-¡¡Tío!! Deja tus lujurias a un lado que hay cosas más importantes que
hacer- le riño Tonks tapándole los oídos al pequeño Teddy haciendo que los
presentes rieran, en especial el castaño.
— ¿No ha habido
problemas por allí?
—No, señor. La
casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a
aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.
Dumbledore y la
profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un
niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache,
sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un
relámpago.
-Mi pobre bebe- dijo Lily con
aflicción sin poder evitarlo asiendo sonrojar al muchacho- tan dulce que lo
describen, tan pequeño y ya tiene que llevar una cicatriz.- dijo con voz melosa
mientras acariciaba la cicatriz del pelinegro.
— ¿Fue allí...?
—susurró la profesora McGonagall.
—Sí —respondió
Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.
— ¿No puede
hacer nada, Dumbledore?
—Aunque pudiera,
no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla
izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres.
Los merodeadores y los hermanos Prewett sonrieron por el exceso de
información
Bueno, déjalo
aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.
Dumbledore se
volvió hacia la casa de los Dursley
— ¿Puedo...
puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.
Inclinó la gran
cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba.
Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro
herido.
-¿Por qué ponen de ejemplo a un perro?- reclamo Sirius como cada vez que
mencionan algo relacionado con un perro.
-Gracias por querer así a nuestro hijo Hagrid-le dijo James.
-No hay de que, de seguro es un niño extraordinario- les aseguro- con
unos padres como ustedes no podría ser otra cosa.
— ¡Shhh! —dijo
la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles!
—Lo... siento
—lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo
soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con
muggles...
Todos asintieron, a nadie le gustaba la idea de que el niño vivera con
ese tipos de personas.
—Sí, sí, es todo
muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora
McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba
sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó
suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre
las mantas del niño y luego volvió con los otros dos.
-¡¡Piensa dejarlo ahí a la intemperie!!- dijo con desesperación la
pelirroja viendo a su director.
-Seria descortés llamar a la puerta a esa horas- fue su única excusa con
la joven.
-Podría correr mil peligros ahí afuera, podría atacarlo un animal
callejero pero “seria descortés llamar a la puerta”- ironizo con enojo la pelirroja,
hasta cierto punto era extraño que le hablara así a un profesor.
—Bueno —dijo
finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que
nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.
—Ajá —respondió
Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches,
profesora McGonagall, profesor Dumbledore.
Hagrid se secó
las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una
patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en
el aire y desapareció en la noche.
—Nos veremos
pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una
inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda
respuesta.
Dumbledore se
volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador
de plata.
Ese aparato en verdad sería muy
útil, pensó la metamorfomaga anotando mentalmente pedirle nuevamente un
apagador como ese mientras observaba el objeto en manos del pelirrojo.
Lo hizo
funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que
Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato
atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle.
También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.
-Mi bebe- susurro Lily pero su novio la escucho y la abrazo por los
hombros
—Buena suerte,
Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.
Una brisa agitó
los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo
de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran
cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin
despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo,
Varias mujeres lanzaron
exclamaciones de ternura con la descripción del pequeño bebe, y sin duda a más
de alguna le hubiera gustado poder hacer algo por ese pequeño, Harry no cavia
de lo rojo que estaba que podía compararse con el color del cabello de su mama,
suegra, esposa y abuelas.
Oh mi dulce bebe- hablo Lily sin poder contenerse- como quisiera tenerte
en mis brazos en este momento.
-Pues, algo podríamos hacer Lily.- le propuso su novio en tono seductor
-Compórtate Potter.- le dijo mitad en broma mitad en serio.
-por favor, estoy presente-volvió a exclamar el muchacho aburrido de ver
a sus padres en ese plan.
-no te molestes hijo-se defendió el azabache mayor-si tu hiciste
uno-declaro señalando al pequeño que no dejaba de reírse de las caras que hacia
el pequeño Teddy.
-bueno aquí termina el primer capitulo-declaro el director-dejemos el
resto para mañana y aprovechen el resto del día en conocerse.