lunes, 15 de febrero de 2021

CH: HP1 CAPITULO 4

 

EL NIÑO QUE VIVIO

-veo que ya están todos listos…

Al escuchar esa voz todo el gran salón silencio y buscaban el origen de esta pero no encontraban a alguien.

-no se preocupen-decía una voz femenina más calmada-nosotros somos los destino, yo soy presente

-yo pasado-dijo la primera voz

-y yo futuro-finalizo una voz mucho más grave.

-sabemos que en cada uno de los periodos de tiempo va a ver guerra, muertes y mucho dolor, pero siempre habrá una luz que nos saque de ese oscuridad-dijo presente.

-por eso con la intervención de los amos del universo, decidimos recompensar a todo aquel que ha velado y equilibrado el bien y el mal en este mundo.

-disculpe señores destino-llamo la atención Hermione-¿pero jugar con la línea de tiempo no es peligro?

-claro que si señorita Granger-respondio pasado-pero como bien hemos dicho los amos del universo están de acuerdo y está todo controlado.

-disculpa su señoria-interumpio Ron-pero ¿Quiénes son los amos del universo?

-excelente pregunta señor Weasley-respondio Futuro, son entidades que rigen el equilibrio de la humanidad, está el amo espacio.

-amo tiempo-siguió pasado-amo realidad

-amo mente-continuo presente-amo poder

-y el amo alma-finalizo futuro.

-por eso los hemos traído aquí-declaro presente-porque ustedes se lo ganaron y algunos merecen una segunda oportunidad, así que sin más los dejamos continuar con los libros recuerden que en ellos se encuentra la clave para salvar a todos.

-adiós a todos, y que la fuerza este con ustedes-desearon suerte y desaparecieron las voces.

El trio de oro se acercó a la caja previamente abierta y sacaron el primer libro de la pila descubrieron que la tapa estaba en blanco al igual que su interior, no sabían que hacer ahora pero recordaron lo que hicieron para poder abrir la caja pusieron el libro en toda la mitad de la mesa donde se encontraba lo apuntaron con la varita al mismo tiempo cerraron los ojos concentrando toda su energía mágica y al abrirlos estos eran color dorado y de sus varitas emanaban una nebulosa de este mismo color y hablaron fuerte y claro.

-juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.

Y el libro se ilumino y la portada de este brillo y en caligrafía cursiva y estilizada apareció el título de este “Harry Potter y la piedra filosofal”

Una vez sentados el profesor Dumbledore agarro el libro en sus manos y dijo:

“Harry Potter y la piedra filosofal”-leyó en voz alta, y los murmullos comenzaron a incrementar.

-hay merlín bendito-se quejó Ron-ahora si nos van a matar

-ni que lo digas-lo apoyo su cuñado que noto la mirada de todos hacia él.

-¿Qué tienes que ver tu con la piedra de Flamel querido?-pregunto su abuela Euphemia?

-ya se sabrá en el libro-respondió este y le dirigió la mirada al profesor para que comenzara a leer.

Capitulo n°1: El niño que vivió -leyó el anciano profesor.

El señor y la señora Dursley,

-¿Quiénes serán eso?-pregunto James

-no se cariño pero ese apellido me parece conocido-declaro la pelirroja mirando significativamente a su hermana, mientras esta recordaba a el tipo gordo que trabajaba en la misma empresa que ella que le coqueteaba y ella ni siquiera estaba interesada en él.

Que vivían en el número 4 de Privet Drive, estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o misterioso, porque no estaban para tales tonterías.

-¿tonterías?-se preguntó Sirius.

-se refieren a los magos, pulgoso-le explico Marlene como si aún idiota se tratara.

-ok, gracias McKinnon y no soy pulgoso yo si me baño-declaro este, Remus que tenía al pequeño Teddy en sus piernas le hizo una seña al profesor para que se apresurara a leer antes que estos empezaran una guerra.

El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros.

-¿talabros?-pregunto el señor Weasley.

-Taladros señor weasley-contesto Hermione a su suegro-es una máquina para hacer agujeros-le explicó ocasionado que este se emocionara.

Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso.

-pero que belleza-declaro la rubia Mckinnon con sarcasmo ocasionando que los allegados rieran y Sirius no pudo evitar quedándosela mirándola.

La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual,

-pero que hermosura de mujer-declaro el Víctor Granger dramáticamente-sabes que Jean hasta aquí llegamos necesito esa mujer conmigo-dijo dramáticamente ocasionando que los bromistas se riera y su novia lo reprendiera.

-este muggle me cae genial-declaro Sirius chocando los cinco con el nombrado.

Lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos.

-chismosa-dijeron todos

Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.

-si, como no-dijo Harry entre dientes y sintió una pequeña mano que se puso en su boca y encontrar a su hijo mirándolo con curiosidad cosa que hizo que este le besara la manito y lo abrazara.

Los Dursley tenían todo lo que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.

-¿Qué tenemos que ver nosotros?-preguntaron incrédulo los nombrados.

-ya lo sabrán-les respondió Harry.

La señora Potter era hermana de la señora Dursley,

-hay tienen su respuesta-contesto Harry.

-¿entonces la señora Dursley es Petunia?-pregunto Lily incrédula mirando a su hermana.

-no me mires así-contesto esta-ese tipo es un pesado no sé cómo termine con el-declaro todavía asqueada con la idea cosa que no paso desapercibida para Harry que notaba como su tía no le tenía aprecio para nada a su futuro esposo.

Pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley fingía que no tenía hermana,

-Petunia Evans, como puedes pensar eso de tu hermana-la reprendió el señor Evans, mientras que Lily aguantaba las ganas de llorar quería mucho a su hermana pero esta siempre la mantenía a distancia.

Porque su hermana y su marido, un completo inútil,

-oye-se quejó el aludido-para tu información soy uno de los mejores estudiantes de mi casa-informo con los brazos cruzados.

Eran lo más opuesto a los Dursley que se pudiera imaginar.

Los Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter apareciesen por la acera.

-¿deberíamos hacerlo algún día, cielo?-le propuso James a su pelirroja.

-yo también pienso eso cariño-contesto esta con un brillo de travesura en sus ojos

Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño, pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.

-Ha, ya quisieran que mi cervatillo se juntara con ellos-declaro James I, con arrogancia.

-he papa, estoy aquí y como vez ya no soy pequeño-recordó un Harry sonrojado por la forma de su papa en expresarle su amor.

-oye, no dañes el momento-se quejó este como un niño chiquito.

Nuestra historia comienza cuando el señor y la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta.

Ninguno vio la gran lechuza parda que pasaba volando por la ventana.

-¿Qué estará pasando?-se preguntó la profesora Mc Gonagall

A las ocho y media, el señor Dursley cogió su maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla

-¿Quién besa a su esposa en la mejilla?-preguntaron Arthur y Ted

-un soquete-dijo Fred

-un fracasado-le siguió George.

-o un pelmazo-dijeron al mismo tiempo aligerando el ambiente un poco.

Y trató de despedirse de Dudley con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del número 4.

-pero qué niño tan maleducado-dijo la señora Weasley incrédula que alguien dejara que un niño se portara de esa manera.

-¿Qué sabrá de criar un niño?-siseo Petunia entre dientes, cosa que Molly escucho y la encaro y le dio una sonrisa que a cualquiera que la mirara le diera miedo.

-saber, querida pues si como veras tengo tres niños y más tarde tendré cuatro más y te lo aseguro que ninguno me haría algo así-le aseguro con la misma sonrisa.

-ya sé de donde Ron saco esa sonrisa-dijo Harry con un pequeño escalofrió.

-oye, mira quien habla de mal carácter-contra ataco este.

-ya-los detuvo Hermione-ambos tienen mal carácter, cosa que hizo soltaran carcajadas todos los viajeros.

-hay Hermy-dijo Ginny entre risa-si hablamos de mal carácter tu estas igual que ese para-cosa que la hizo sonrojarse y su papa se partiera de la risa.

-eres igualita a tu mama de amargada-declaro y se quejó de un golpe-auch... Jean deja de pegarme-protesto como un niño pequeño.

-deja de comportarte como un niño entonces-le recrimino esta.

-y ustedes también-apoyaron Molly y Lily hacia los merodeadores y los gemelos Prewett.

Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive, pero no vio ningún plano.

-¿Minnie?-preguntaron los merodeadores.

¿En qué había estado pensando? Debía de haber sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.

La mayoría pensaban acerca de la situación con el gato.

Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa. El señor Dursley no soportaba a la gente que llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que debía de ser una moda nueva.

-Ridícula -repitió incrédula Narcissa-realmente no sabe de moda.

-en eso tienes razón primita-la apoyo Sirius-me imagino que si él quisiera usar una de eso le quedaría como el forro de un paragua-dijo bromeando.

-Sirius, no-lo corrigió Ron-será mejor una carpa-termino risueño donde todos rieron.

Tamborileó con los dedos sobre el volante y su mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí, muy excitados.

-¿Qué estará pasando?-se preguntó curioso ojo loco.

-realmente debe ser muy grande para que los magos salgan vestidos con túnicas-apoyo kingsley.

El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía una capa verde esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente en los taladros.

 El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana, en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra. La mayoría de aquellas personas no había visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley tuvo una mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar.

-es peor que mi ex jefe –opino Percy.

-no que lo digas muchacho-apoyo el señor Evans.

-y cree que con tratar a la gente así va conseguir buenos negocios-acorto el señor Potter.

Estuvo de muy buen humor hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas

-y esa morsa sabe para qué sirven las piernas-pregunto incrédulo James ocasionando de Harry, Ron  el pequeño James II, lanzaran una carcajada cosa que hizo que este se sintiera feliz de hacer reír a los chicos.

Y dirigirse a la panadería que estaba en la acera de enfrente.

-Falsa alarma-dijeron los bromistas.

Había olvidado a la gente con capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su conversación.

Todos los presentes se inclinaban hacia delante para escuchar más claro.

—Los Potter, eso es, eso es lo que he oído...

 —Sí, su hijo, Harry...

-¿Qué pasa con nosotros?-pregunto Lily nerviosa.

Harry desde que mencionaron esas líneas se tensó antes que pudiera hablar su esposa decidió hablar:

-más adelante se sabrá.

El señor Dursley se quedó petrificado. El temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles algo, pero se contuvo. 4 Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa, cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No, se estaba comportando como un estúpido.

-y hasta ahora se da cuenta-dijeron irónicos Harry, Ron y los gemelos Weasley.

Potter no era un apellido tan especial.

-¡Claro que sí!-protestaron todos los allegados a estos.

Los señores Evans quedaron impresionados por la importancia que tenía la familia paterna de su futuro nieto y lo respectado que eran en su mundo.

 

Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse Harvey. O Harold.

Los cuñados del nombrado no pudieron resistir y se lanzaron a reír.

-te imaginas Harvey Potter-bromeo Fred.

-o Harold Potter-le siguió George.

-parecen nombre de lechuzas-bromearon los gemelos Prewett.

-a mí me gusta mucho Harry-dijo Lily.

-es una variante de mi nombre-comento Henry.

-eso es cierto Abu. Bisa-pregunto Harry pero fue interrumpido.

-dime papa Henry, más fácil-lo corto el anciano-créeme que esto para mi es raro, de tener nieto a bisnieto hasta un pequeño tataranieto -concluyo acariciando la barbilla del pequeño

-ok, papa Henry-contesto Harry verdaderamente contento de tener más de un Potter con él.

No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...! Pero de todos modos, aquella gente de la capa...

-si hubiera tenido una HERMANA COMO ESA-hablo Sirius resaltando las ultima palabras-fuera la persona más feliz-finalizo mirando directamente a petunia que evadía esta y luego le dedico una sonrisa a la pelirroja de ojos verdes que se levantó y lo abrazo.

-tú también eres mi hermano Black-le dijo la pelirroja besándole la mejilla amistosamente y es que llegar a conocer a Sirius Black fue lo mejor que le paso en la vida a la pelirroja, desde la mesa de las serpientes un muchacho de rostro severo estaba hirviendo de celos por el momento entre su pelirroja y el idiota de Black, ¿porque lo perdona a él y no a mí?-pensaba el joven.

Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el edificio, a las cinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta.

 —Perdón —gruñó, mientras el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo.

-No lo puedo creer-gritaron el trio de oro, incrédulos.

-¿Qué paso?-le pregunto Marlene.

-que el idiota sabe modales-contesto Hermione riéndose.

-¡Hermione Jean Granger!-la reprendió su mama mientras que esta seguía partiéndose de la risa.

-hay mami-se disculpó esta con una sonrisa traviesa, mientras su papa la felicitaba a espaldas de su mama.

-valla pequeño Ronnie elegiste bien-lo felicito su tío Gideon.

-excelente futura señora Weasley-concordo su tío Fabián; ocasionando que la castaña se sonrojada y el pelirrojo no parar de sonreír enamorado.

Segundos después, el señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención de los que pasaban:

 — ¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido! ¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!

 -Desapareció-grito de júbilo Sirius y todo el gran salo estalló en aplausos y vitoreo.

-¿Cómo habrá sido que desapareció?-se preguntó Moddy.

Desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). Cuando entró en el camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas líneas idénticas alrededor de los ojos.

-si es McGonagall-confirmaron los merodeadores.

— ¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz alta.

El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa. El señor Dursley se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato.

-ha, conocemos esa mirada-afirmaron Harry, Ron, James y Sirius.

-no me quiero ni imaginar-negó la profesora reasignada.

-sabes que te queremos minie-dijeron los cuatro ocasionando que la profesora no pudiera dar una pequeña sonrisa.

Trató de calmarse y entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa.

La señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»).

-petunia, como puedes estar orgullosa de que tu hijo haga eso-reprendió la señora Evans.

-mama, te lo juro como no sé qué está pasando-se justificó la rubia.

El señor Dursley trató de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a tiempo para ver el informativo de la noche. 5 —Y por último, observadores de pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim?

-Realmente el mundo mágico se volvió loco-afirmo la profesora de transformaciones.

-Y eso es poco-acoto Ron.

—Bueno, Ted —dijo el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una actitud extraña.

Cuando se leyó esta parte todos los presentes voltearon hacia el señor Tonks quien los vio un poco apenado.

-papa, ¿no serás tú?-le pregunto su hija de 15 años.

-realmente no se Dora, desde pequeño siempre quise ser presentador de noticias-respondió este con sinceridad.

-pues yo sí creo que sea usted señor Tonks-lo motivo Hermione.

Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado a celebrar antes de tiempo la Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero puedo prometerles una noche lluviosa.

El señor Dursley se quedó congelado en su sillón. ¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña? ¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los Potter...

Lily y James I, donde se encontraban comenzaron a sentirse nervioso no sabían porque pero tenían un terrible presentimiento de algo malo iba a suceder.

La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con nerviosismo.

-Caga-dijo Ron a Harry asiendo que se rieran.

-Ronald Weasley, modera tu vocabulario-lo reprendió su mama que había alcanzado a escuchar.

-si mami-dijo este como un niño regañado-me perdonas mamí si-le pidió con una sonrisa tierna haciendo que Molly bufara resignada y también le dedicara una sonrisa.

-¿porque eso nunca funciona conmigo?-protesto Fred como un niño pequeño.

-y a mí-apoyaron sus demás hermanos varones.

-porque no son los favoritos-contestaron Ron y Ginny al mismo tiempo.

-no es justo-se quejó George.

-ya guarden silencio y continuemos la lectura-corto Hermione la discusión.

—Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu hermana?

Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada. Después de todo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.

-no puedo creerlo que más de siete años aun siguas comportándote así conmigo-dijo Lily mirando a su hermana triste-y sabes que es lo peor-hizo una pausa para aguantar las gana de llorar-lo peor es que a pesar de todo te sigo queriendo como lo que eres mi hermana.

Cuando la pelirroja dijo esas últimas palabras Petunia sintió algo extraño en su pecho, una opresión que no sabía cómo describir pero que la hacía sentirse mal con sí misma.

—No —respondió en tono cortante—. ¿Por qué?

—Hay cosas muy extrañas en las noticias —masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la ciudad una cantidad de gente con aspecto raro...

— ¿Y qué? —interrumpió bruscamente la señora Dursley

—Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo que ver con... ya sabes... su grupo.

-¿su grupo?-pregunto Sirius indignado.

-ya sabe señor Black, la estupidez a veces es incluida en el parto-contesto Luna inocentemente haciendo que este sonriera.

La señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado:

—El hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no?

—Eso creo —respondió la señora Dursley con rigidez.

— ¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no?

El joven Potter resoplo mientras los demás se reían de sus gestos.

-ahora soy Howard Potter-dijo con sarcasmo.

-owa Pott-balbuceaba el pequeño James.

-Hasta mi propio hijo le parece chistoso-replico como niño pequeño cosa que a Lily le encanto y le acaricio el cabello con ternura.

—Harry. Un nombre vulgar y horrible, si quieres mi opinión.

-oye-se quejaron padre e hijo.

-es un nombre muy lindo-protestaron Lily y James.

—Oh, sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí, estoy de acuerdo.

No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse. Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive, como si estuviera esperando algo.

¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo aquello tener algo que ver con los Potter? Si fuera así... si se descubría que ellos eran parientes de unos... bueno, creía que no podría soportarlo.

Los Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente, pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que, aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta)... No, no podría afectarlos a ellos...

¡Qué equivocado estaba!

El señor Dursley cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua, con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive. Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche.

Un hombre apareció en la esquina que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y sus ojos se entornaron.

La profesora McGonagall se preguntaba que hacia ahí.

En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos que podría sujetarlos con el cinturón.

Instintivamente todos los ojos se dirigieron al anciano director.

Llevaba una túnica larga, una capa color púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera fracturado alguna vez. El nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore.

-¿qué hace usted en un lugar tan ordinario como ese profesor?-pregunto james I

-realmente no sabría que decirle Joven Potter-respondio con sinceridad.

Albus Dumbledore no parecía darse cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa, buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes y murmuró:

—Debería haberlo sabido.

Encontró en su bolsillo interior lo que estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba.

-¡que genial!-exclamo la peli rosa adolescente-¿Dónde lo consiguió profesor?-pregunto interesada.

-me temo mi querida señorita Tonks, que ese dispositivo lo hice yo mismo.

-ah-dijo decepcionada.

-yo lo tengo-llamo la atención de todos Ron sacando el encendedor dejando a todos estupefactos.

-¿Por qué lo tienes Ronald?-pregunto la señora Weasley seria ya antes que este contestara Hermione contesto.

-de donde vinimos el profesor se lo dio al igual que a Harry y a mí nos dio otras cosas-declaro dejando satisfecha a la pelirroja.

Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la palabra.

—Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall.

-Minnie-dijeron los merodeadores y el trio de oro con una sonrisa inocente.

La vieja profesora de transformaciones reasignada suspiro y negó con la cabeza con una pequeña sonrisa.

Se volvió para sonreír al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía claramente disgustada.

— ¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.

-años conociéndote mi querida Minerva-contesto el profesor.

-ahh... que bello-suspiro dramáticamente Sirius-años juntos y nada de nada-pregunto curioso.

-Sirius-lo reprendió la señora Potter, Lily y Hermione.

-compórtate quieres-dijo la castaña tapándole los oídos al pequeño Teddy que quería oír.

-tía Hermy déjame oír-le pidió el peli azul.

-no hasta que tengas treinta-aseguro Tonks-y tu Black controla lo que dices que hay niños presente.

—Mi querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso.

—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall

Las risas no se hicieron esperar ante ese comentario, mientras las profesoras McGonagall lo veían un poco ofendidas.

—Usted también estaría tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la profesora McGonagall.

— ¿Todo el día? ¿Cuándo podría haber estado de fiesta? Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino hasta aquí.

La profesora McGonagall resopló enfadada.

-Y no era para menos- aseguro la mujer, aun después de años le parecía reprobable las acciones de los magos ese día.

—Oh, sí, todos estaban de fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede! Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la ventana—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces... Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho sentido común.

—No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos tenido tan poco que celebrar durante once años...

—Ya lo sé —respondió irritada la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores...

-Bueno creo que aquí empieza lo interesante- comento Ted Tonks.

-Si querido, y dudo que seas el único que lo quiere saber, así que por favor deja que sigan leyendo- comento su esposa con un poco de enojo.

—Sería extraordinario que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no, Dumbledore?

—Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer. ¿Le gustaría tomar un caramelo de limón?

-¿Un qué?- preguntaron varios de los presentes.

— ¿Un qué?

—Un caramelo de limón. Es una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho.

—No, muchas gracias —respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél no era un momento apropiado para caramelos—. Como le decía, aunque Quien-usted-sabe se haya ido...

—Mi querida profesora, estoy seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre, ¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort. —La profesora McGonagall se echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para temer pronunciar el nombre de Voldemort.

-Será difícil que lo consiga- hablo Frank- la profesora es muy poderosa, pero siempre tiene sus reservas cuando se trata de Voldemort.

-Pero es cierto, ese es solo un siempre nombre, es estúpido temerle a eso- aseguro Lily segura de sí ganándose un beso se su azabache.

-oye no quiero nacer antes que los gemelos-protesto Harry haciendo cara de asco ocasionando que sus padres se sonrojaran.

—Sé que usted no tiene ese problema —observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh, bueno, Voldemort, tenía miedo.

—Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—. Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve.

—Sólo porque usted es demasiado... bueno... noble... para utilizarlos.

—Menos mal que está oscuro. No me he ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas orejeras.

-mucha información-dijeron los gemelos Weasley.

-Jajaja, sería divertido ver al loco de nuestro director sonrojado- comento el animago sin pensar.

-Sirius- le reclamo Lily señalando con la cabeza al anciano con la cabeza.

-Hay, lo siento profesor Dumbledore.

-Oh no hay problema señor- le aseguro- estaba distraído y no logre oír nada de su loco director- Todos rieron ante su comentario, incluso Sirius sonrió a pesar de que estaba un poco avergonzado por lo que había dicho.

—Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció? ¿Sobre lo que finalmente lo detuvo?

Parecía que la profesora McGonagall había llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en aquel momento.

De hecho todos los presentes estaban esperando que llegara esa parte, por lo que prestaron la mayor atención posible.

Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían», no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore, sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió.

-¿porque siempre esta tan relajado Profesor?-pregunto Ginny.

-simplemente no me desespero mucho señorita Weasley-contesto este.

—Lo que están diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de Godric. Iba a buscar a los Potter

La pareja ya espera lo peor, y Harry ni se diga comenzaron a temblarle las manos y su esposa e hijo se dieron cuenta la pelirroja le agarro la mano dándole un apretón de confianza y el pequeño James lo abrazo recostando su cabecita en el cuello de su papa dándole un pequeño beso.

El rumor es que Lily y James Potter están... están... bueno, que están muertos.

el silencio era sepultaste en el gran salón, nadie se atrevía a romper pero de repente se escucho fue cortado.

-¡¡NO!!- es escucho un grito desgarrador, la mayoría de los presentes conocían de alguna forma a la pareja, y por el poco o el mucho cariño que les tenían, la noticia fue más que perturbadora.

-mi niño/a –dijeron la mamas de los implicados dejando caer las lágrimas de angustia.

-¡No, no, no, eso no puede ser posible!- decía Sirius mientras se paraba y caminaba por el lugar.

-Sirius cálmate- dijo Lupin poniéndose de pie también, aunque sentía la misma frustración que su amigo.

-¿Cómo quieres que me calme?, esto es una porquería, y no importa que se una grosería profesora- afirmo antes que le dijera algo, pero no lo haría, no podía evitar recordar el dolor y la angustia que sintió aquel día- ¡ellos, ellos no pueden estar muertos, no pueden…!- unas lágrimas traicioneras comenzaron a escapar de sus ojos, ellos y Remus eran, son y serian su mejor familia, no podía aceptarlo.

-Sirius esto no es una mentira- le aseguro corriendo el riego de ser golpeado- quienes enviaron esto no habrían puesto algo así si fuera mentira, a todas luces esta es una de la cosas que debemos cambiar, entiendes- esas últimas palabras parecen que los tranquilizaron.

 Cuando voltearon la esta notaron como sus amigos se encontraban peor que ellos, Lily sollozaba sin control sobre el pecho de James que hacia un intento por consolarla, pero el mismo estaba derramando lagrimas repitiendo “perdón”, “era mi deber protegerte y falle”, todos sentían como el corazón se le rompía al ver la escena, pero entonces a la pelirroja le llego un pensamiento.

-¡Harry!- dijo apresurada apartándose de James- y Harry, que paso con… con nuestro bebe.

-estoy bien mamí mírame dijo el azabache mirándola e los ojos mientras este le daba su hijo a su esposa que lloraba en silencio y besaba a su bebe, Lily se abalanzó sobre él y lo apretaba a ella misma llenándolo de besos pidiéndole perdón, al rato James se les unió y abrazo a los mas grande amores de su vida.

Después del momento conmovedor el director decido terminar la lectura.

Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora McGonagall se quedó boquiabierta.

—Lily y James... no puedo creerlo... No quiero creerlo... Oh, Albus...

Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la espalda.

—Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza.

La voz de la profesora McGonagall temblaba cuando continuó.

—Eso no es todo. Dicen que quiso matar al hijo de los Potter, a Harry.

Una renovada angustia y desesperación los abordo

Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido.

Dumbledore asintió con el cabeza, apesadumbrado.

Todos los presentes miraron al joven que abrazaba a su joven madre cariñosamente.

— ¿Es... es verdad? —Tartamudeó la profesora McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo?

—Sólo podemos hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos.

-¿En verdad no lo sabe profesor?- indago Remus viendo al director.

-En su momento no se señor Lupin- le respondió- a lo largo de los libros se resolverán muchas incógnitas y se revelaran muchos secretos, lo mejor es que sigamos leyendo.

—Hagrid se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no?

El hombretón reacciona con la mención de su nombre.

—Sí —dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí.

—He venido a entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.

-¡No!- la angustia se volvió a apoderar de la mujer- ¡no puede decirlo en serio, ya vio cono son, ellos maltratan a Harry como no tiene idea, no lo puede dejar ahí!

-oye-la ludida se ofendió-no soy una desalmada.

-pues hasta ahora has demostrado lo contrario-replico la pelirroja.

-como te atreves monstruo-se levantó esta ya aburrida encarando a su hermana.

-dilo de nuevo-la reto la muchacha también poniéndose de pie.

Lily, Petunia-alzo la voz el señor Evans-me hacen el favor dejen de pelearse y ofenderse si no quieren que les haga pasar pena al frente de todos con unas buenas nalgadas.

-Papa-protestaron las dos.

-Papa nada, estoy harto de esta estúpida disputa desde hace siete años, cuando terminemos esta lectura tendremos una larga  charla, así que se sientan y se calla-ordeno el pelinegro ya cansado-por favor profesor prosiga-le pido al anciano que asedio.

— ¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la gente que vive aquí! —Gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera, pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí!

James y Lily sintieron un renovado aprecio por su profesora, aun en ese preciso momento que ni siquiera conocía al niño, se preocupaba y cuidaba de él.

—Es el mejor lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo cuando sea mayor. Les escribí una carta.

-¡Y un cuerno!- reclamo el animago- y cree que una simple carta sirva de algo.

— ¿Una carta? —repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... todos los niños del mundo conocerán su nombre.

Los merodeadores (los tres) esbozaron una sonrisa engreída por lo que dijo, no conocían a Harry en lo absoluto, pero ya lo sentía parte de su muy extraña y particular familia.

—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño. ¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda! ¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que esté preparado para asimilarlo?

-Aunque no quiera admitirlo, en eso tiene puede que tenga razón- acepto con tristeza Lily.

—Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry.

—Hagrid lo traerá.

— ¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como

-A Hagrid le confiaría mi vida-exclamaron los merodeadores y el trio de oro alegremente.

—A Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore.

-Muchas gracias profesor- le dijo con una sonrisa.

-Lo digo con sinceridad viejo amigo- reafirmo el anciano

—No estoy diciendo que su corazón no esté donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso?

Un ruido sordo rompió el silencio que los rodeaba. Aumentó hasta ser un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos.

—Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde conseguiste esa moto?

—Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius Black me la dejó. Lo he traído, señor.

-¡¡Si!!- grito alegre el ojo gris- a pesar de las críticas, reclamos y amenazas de Lily conseguí mi querida moto- todos negaron con la cabeza por su actitud- y además la encante para poder volar en ella, eso impresionara a más de una…

-¡¡Tío!! Deja tus lujurias a un lado que hay cosas más importantes que hacer- le riño Tonks tapándole los oídos al pequeño Teddy haciendo que los presentes rieran, en especial el castaño.

— ¿No ha habido problemas por allí?

—No, señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.

Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellas se veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro azabache, sobre la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.

-Mi pobre bebe- dijo Lily con aflicción sin poder evitarlo asiendo sonrojar al muchacho- tan dulce que lo describen, tan pequeño y ya tiene que llevar una cicatriz.- dijo con voz melosa mientras acariciaba la cicatriz del pelinegro.

— ¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall.

—Sí —respondió Dumbledore—. Tendrá esa cicatriz para siempre.

— ¿No puede hacer nada, Dumbledore?

—Aunque pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres.

Los merodeadores y los hermanos Prewett sonrieron por el exceso de información

Bueno, déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto.

Dumbledore se volvió hacia la casa de los Dursley

— ¿Puedo... puedo despedirme de él, señor? —preguntó Hagrid.

Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un aullido, como si fuera un perro herido.

-¿Por qué ponen de ejemplo a un perro?- reclamo Sirius como cada vez que mencionan algo relacionado con un perro.

-Gracias por querer así a nuestro hijo Hagrid-le dijo James.

-No hay de que, de seguro es un niño extraordinario- les aseguro- con unos padres como ustedes no podría ser otra cosa.

— ¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—. ¡Vas a despertar a los muggles!

—Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos... y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...

Todos asintieron, a nadie le gustaba la idea de que el niño vivera con ese tipos de personas.

—Sí, sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos.

-¡¡Piensa dejarlo ahí a la intemperie!!- dijo con desesperación la pelirroja viendo a su director.

-Seria descortés llamar a la puerta a esa horas- fue su única excusa con la joven.

-Podría correr mil peligros ahí afuera, podría atacarlo un animal callejero pero “seria descortés llamar a la puerta”- ironizo con enojo la pelirroja, hasta cierto punto era extraño que le hablara así a un profesor.

—Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones.

—Ajá —respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore.

Hagrid se secó las lágrimas con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y desapareció en la noche.

—Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall —dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta.

Dumbledore se volvió y se marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata.

Ese aparato en verdad sería muy útil, pensó la metamorfomaga anotando mentalmente pedirle nuevamente un apagador como ese mientras observaba el objeto en manos del pelirrojo.

Lo hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle. También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.

-Mi bebe- susurro Lily pero su novio la escucho y la abrazo por los hombros

—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento de su capa, desapareció.

Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la carta y siguió durmiendo,

Varias mujeres lanzaron exclamaciones de ternura con la descripción del pequeño bebe, y sin duda a más de alguna le hubiera gustado poder hacer algo por ese pequeño, Harry no cavia de lo rojo que estaba que podía compararse con el color del cabello de su mama, suegra, esposa y abuelas.

Oh mi dulce bebe- hablo Lily sin poder contenerse- como quisiera tenerte en mis brazos en este momento.

-Pues, algo podríamos hacer Lily.- le propuso su novio en tono seductor

-Compórtate Potter.- le dijo mitad en broma mitad en serio.

-por favor, estoy presente-volvió a exclamar el muchacho aburrido de ver a sus padres en ese plan.

-no te molestes hijo-se defendió el azabache mayor-si tu hiciste uno-declaro señalando al pequeño que no dejaba de reírse de las caras que hacia el pequeño Teddy.

-bueno aquí termina el primer capitulo-declaro el director-dejemos el resto para mañana y aprovechen el resto del día en conocerse.